4.6.12

FAREWELL!

Llegamos al final de nuestro viaje cibernético (y universitario). Quizá cinco meses no sean suficientes para sacarle todo el jugo a la cantidad de recursos informáticos que tenemos a nuestra disposición. No obstante, considero que hemos aprovechado el tiempo, afianzado conceptos, nos hemos familiarizado con programas y terminología que, en un futuro inminente, nos serán de gran ayuda. Será inevitable la necesidad de seguir formándose y formándose en los años venideros pues, al igual que ocurre con las traducciones que nunca se terminan, jamás se deja de aprender y siempre hay que estar un tanto al loro, sobre todo en este mundo globalizado y tecnológico en el que vivimos, de las nuevas updates que van surgiendo para no quedarnos anticuados y sacar así el mayor provecho a nuestras habilidades y conocimientos traductores, con todo lo que ello implica. No puedo más que despedirme, esperar que este pequeño y humilde blog informático os haya servido de alguna ayuda (sobre todo a aquellos pobres usuarios Macqueros desquiciados) y quiero asimismo desear mucha suerte a esta nueva generación de traductores que ha nacido (y a la que, esperemos, le [o sea, nos] vaya de maravilla).

30.5.12

DÉJÀ VU

Como ya me sucediera el pasado año en Traducción e Internet, infinidad de programas no son compatibles con mi humilde herramienta de trabajo Macquera (apodada Hecky). A veces hay alternativas, otras veces no hay más que morderse el puño y darse por vencida. Pasó el año pasado con HTTRACK (cuyo sustituto tuvo que ser un programa llamado SiteSucker, con eso digo todo...) y este año no ha sido para menos. Únicamente he podido catar Déjà Vu en las horas de clase y en algún que otro momento más cuando me he pasado por las aulas de informática a enredar con el programa. Debido a esta falta de medios, tengo que decir que me han sido de gran utilidad tres fuentes principales de sabiduría: la página de ATRIL, los blogs de mis compis y los tutoriales de YouTube, que me han hecho ver la luz en muchas ocasiones y, aunque no pueda repetir paso a paso lo que en ellos se indica para, por ejemplo, crear una memoria de traducción, un lexicón, terminología, un nuevo proyecto..., sí que he podido ubicarme cuando me sentía un algo ajena al software en cuestión. A una semana de la prueba de fuego, queda ultimar detalles y pulir las asperezas, tocar botones y descubrir todos los entresijos (en la medida que sea posible) de este sistema de traducción asistida por ordenador o CAT, de los que ya hablamos en su momento en nuestra entrada sobre Babelfish y Omega-T. Por último, para aquellos que vayan rezagados o, por el contrario, quieran profundizar algo más en el tema, aquí dejo unos cuantos enlaces (muchos de ellos proporcionados por nuestro amigo Loscertales) a algunas entradas de mis compañeros que creo son de gran utilidad para acabar de resolver el misterio de Déja Vu:


Herramientas TAO: Déja Vu y otros programas, cortesía de Carlos Tuñón. 

Déjà Vu X2 al completo, cortesía de Sofía.


Déjà Vu (¡allá vamos): crear un proyecto y más, cortesía de Sandra Gutiérrez.



Y ahora sólo queda desear muchas, muchas horas pegados a la pantalla de vuestras respectivas computadoras. ¡Saludos cibernéticos!

Actualización a 2 de junio de 2012

Hoy nos hemos puesto manos a la obra. Ayudada por algunos de los documentos que hay en la página de Moodle y con la inestimable ayuda de nuestro compi Darío, me he dispuesto a terminar de resolver el misterio del Déjà Vu. Como en muchos aspectos de la vida, necesitamos ser organizados. Antes de empezar a trabajar con el programa, antes incluso de abrirlo, debemos crear una carpeta, a la que podemos apodar «DV», por ejemplo. Dentro de esta carpeta crearemos dos carpetas: «Nueva_MT» y «Export_MT». Y ya estamos listos para empezar.

Abrimos el programilla y damos a Nuevo > Proyecto. Lo primero que nos pide es que especifiquemos un proyecto; entonces damos a «Crear» y le otorgamos un nombre a nuestro proyecto, por ejemplo, «Proyecto» (¡viva la originalidad!) para que no haya pérdida. Después de crear nuestro proyecto, Déjà Vu nos pide que especifiquemos las lenguas con las que vamos a trabajar, origen y destino. Elegimos el par de lenguas que vayamos a utilizar, en nuestro caso, lo más probable es que sea EN o FR origen y ES destino. Una vez escogida damos a «Siguiente».

Bien, llegamos a un punto trascendental del proceso de creación del proyecto. Por lo general, trabajaremos con memorias ya creadas que contendrán ya multitud de segmentos y términos de todos los proyectos que hayamos hecho previamente. No obstante, vamos a ponernos en el caso de que esto no sea así, de que no tengamos aún ninguna memoria hecha. Entonces, diremos «Agregar TM local»  y le otorgaremos un nombre a la memoria, por ejemplo, «Memoria» (para seguir con esta racha de creatividad). Déjà Vu nos dirá, como es lógico, que ese archivo no existe y que si queremos crearlo, a lo que diremos «Sí». Lo mismo ocurre con el siguiente paso, que es la terminología (que puede ser opcional), si tuviéramos una ya creada sería la que seleccionaríamos pero como estamos en la hipótesis de que partimos de cero, daremos a «Agregar TM local», le damos un nombre («Terminología») y le decimos que sí queremos crear ese archivo inexistente, igual que hemos hecho con la memoria.

Déjà Vu, después de haber creado o abierto memorias y terminologías, nos pedirá que especifiquemos un cliente y un tema para nuestro proyecto, lo cual seleccionaremos según el tipo de proyecto que nos traigamos entre manos, igual que ocurría con los idiomas. Una vez hemos seleccionado estos parámetros, damos a «Siguiente» y continuamos. Llegaremos entonces al punto en el que programa nos pide que especifiquemos la ubicación de los archivos de origen, es decir, el archivo que vamos a traducir, pues no debemos olvidar que Déjà Vu es una herramienta de traducción asistida por ordenador no una herramienta de traducción automática, como podía ser Babelfish. Una vez hemos añadido nuestro archivo o archivos de origen, daremos a «Siguiente» estaremos a un paso de haber creado nuestro proyecto. Damos a «Terminar» y se nos abrirá esta interfaz (en este caso con el texto perteneciente al archivo iPadExtract.docx):



Ya estamos listos para empezar a traducir. A medida que vayamos traduciendo segmentos, debemos pulsar Ctrl + flecha de dirección abajo para ir cambiando de segmento y que nuestra traducción se vaya guardando y vaya dando por correctos los segmentos traducidos. Por otro lado, debemos tener muy en cuenta los códigos, que debemos respetar y mantener en la misma posición que en el original (como vemos en el último segmento de la captura de pantalla). Para evitar errores indeseables, podemos copiar el segmento original en la columna del idioma de destino (Ctrl + C > Ctrl + V) y traducir a partir de ahí. Una vez que hemos traducido el documento, debemos exportar el proyecto a la memoria que habíamos creado, para que esta se alimente de nuestro trabajo y, proyecto a proyecto, vaya engrosando. Para ello, hacemos click en Proyecto > Enviar proyecto a memoria (Alt+F12) y aceptamos los parámetros que vienen determinados por defecto. Una vez hecho esto, ya podemos abrir la memoria. Damos a Abrir > Memoria y se nos abrirá en una nueva pestaña a la derecha, junto a la pestañita del Proyecto, como vemos en esta captura de pantalla:



Una vez tenemos la memoria abierta, ya podríamos exportarla, por ejemplo, en un archivo .TMX (Translation Memory eXchange), si tuviéramos que trabajar con personas que no utilizan sistemas de traducción asistida diferentes al nuestro, como podría ser SDL Trados. Para exportar la memoria, sólo tenemos que dirigirnos a Archivo > Exportar > Datos externos. Una vez ahí, especificamos el formato de los datos, en este caso .TMX, y seleccionamos ubicarlo en la carpeta que antes habíamos creado llamada «Nueva_MT» y le damos el nombre de «MemoriaDV», por ejemplo. Una vez hecho esto, especificamos los idiomas con los que hemos trabajado, que aparecerán en un recuadro a la izquierda en la ventanita del asistente. Hacemos click en «Añadir Todos» y vamos dando a «Siguiente» hasta que encontremos la última ventanita donde pinchamos en «Terminar». La razón de tener dos carpetas creadas, una para la memoria y otra para exportar el proyecto traducido, es que Déjà Vu genera infinidad de archivos y es mejor que no confundamos el proyecto con la memoria y el mejor modo de evitar esto es tenerlos separados. Ahora ya sólo nos queda importar nuestra traducción en formato Word. Para ello, debemos volver a pinchar en la pestañita que pertenece al proyecto. Una vez allí, vamos a Archivo > Exportar > Proyecto traducido. Seleccionamos la carpeta de destino, que en este caso sería «Export_MT» y damos a «Aceptar». Ya tendríamos entonces nuestra memoria recién nacida y nuestro proyecto traducido. ¡Así de fácil!

A partir de ese momento, cada vez que hiciéramos un proyecto de características similares al que nos sirvió para generar nuestra memoria, utilizaremos esa memoria para que el programa nos sugiriera traducciones que ya hicimos en su momento y asistirnos así en nuestra labor traductora, a la vez que nosotros vamos engrosando nuestra memoria traducción a traducción. ¡Y ya hemos visto el Déjà Vu!

21.5.12

SUBTITULADO 2.0

Esta vez va de subtítulos la cosa. El año pasado hice para Traducción e Internete una pequeña y modesta presentación sobre el subtitulado. Nada demasiado pomposo ni técnico sino, más bien, impresiones de una novata en este campo. Hará un par de días terminé de subtitular el vídeo que presenté el pasado curso; como era una exposición casera no hacía falta mostrar todo el vídeo sino, más que nada, el proceso. He pensado que como no fuimos muchos en aquella asignatura el primer semestre voy a contaros cómo fue el proceso.

En primer lugar, debiéramos hacer una gran distinción entre subtitular partiendo de cero y subtitular partiendo de un archivo .srt o .sat ya creado. Para el primer caso escogí esta entrevista al modelo inglés Joosh Beech. Era un vídeo no muy largo con lo cual el proyecto era bastante accesible. Para el segundo caso escogí el primer capítulo de la primera temporada de la serie de televisión estadounidense The Walking Dead. Bien, la diferencias más notables son la transcripción y la sincronización. Para poder subtitular la entrevista, tuve que hacer una transcripción de la misma en inglés, traducirla y luego ir segundo a segundo sincronizando los subtítulos. Sin embargo, con la serie de televisión, no tuve más que bajarme unos subtítulos en inglés ya hechos e ir traduciendo, ni más ni menos. No por nada en muchas de las páginas de las que hablamos cuando comentamos la traducción colaborativa se especifica a cargo de quién corre la sincronización pues es un arduo trabajo que requiere tiempo y paciencia y, por supuesto, reconocimiento.

En cuanto a los recursos utilizados, de nuevo se nos presenta el problema del que hablamos al explicar la gestión de proyectos; y es que a pesar de que existen programas Macqueros, algunos no ofrecen la calidad de sus hermanos los Windows. El archiconocido Subtitles Workshop no es compatible con Mac así que después de probar Aegisub y Jubler me quedé con Miyu, que es el que vengo utilizando desde entonces. He de reconocer que muchas veces se me ha colgado y he tenido que volver a ponerme a sincronizar y que, en más de una ocasión, he querido tirar la toalla (y de paso el ordenador por la ventana). No obstante, una vez le pillas el tranquillo, es relativamente fácil. Simplemente, tienes que guardar continuamente el proyecto y no pretender que el programa vaya a la velocidad de la luz.

Un problema grave que le encuentro es que, aunque el archivo de subtítulos se puede exportar perfectamente como un .srt o un .sat, a la hora de exportar el vídeo con los subtítulos ya incrustados, no soporta el formato .avi, con lo cual sólo puedes extraerlo como un vídeo de QuickTime, con todo lo que ello conlleva. Tengo aún que investigar programas que permitan unir un archivo .srt con un archivo .avi, si bien es cierto que con el VLC no hay ningún problema en cargar el vídeo y su archivo de subtítulos correspondiente, siempre y cuando, como ya sabéis, lleven el mismo nombre.

Un último apunte sería el hecho de que los subtítulos no se ven igual en Miyu que en VLC. En Miyu son amarillos y ocupan bastante menos espacio mientras que en VLC son blancos y más grandes. Esto es importante pues en Miyu puede que una frase de diálogo ocupe una línea o dos y que estas se conviertan en tres en el VLC. Para evitar este tipo de problemas, en la medida de lo posible debe haber sólo una línea por fotograma, a lo sumo dos, para que se pueda seguir bien y no haya demasiada letra arrejuntada. ¡Por cierto! Cuando exportamos el archivo .srt, debemos ponerle el encoding Unicode (UTF-8) si no queremos que las tildes y las eñes se nos vayan al garete. 

Aquí os dejo una captura de mi entorno de trabajo, para que podáis ver la interfaz del programa, cómo se puede previsualizar el vídeo con los subtítulos incrustados, la sincronización por horas, minutos, segundos y en décimas de segundo (que son las que marcan la diferencia, en realidad, entre una intervención y otra), etcétera.



Después de estar enredando rato y rato con programas para juntar un archivo .avi y un archivo .srt, decidí darle una oportunidad al D-Vision 3. Todo iba bien hasta que en las opciones de encoding no encontré el archiconocido UTF-8. ¿Consecuencia? El .avi resultante había descalabrado todas las tildes, eñes e interrogaciones de apertura. Si los subtítulos hubieran estado en inglés, no habría habido ningún problema pero al estar en español y el programa no ofrecer la posibilidad del UTF-8 el restultado deja bastante que desear puesto que es prácticamente imposible, aunque se intuya que son tildes o interrogaciones, leer los subtítulos. 

Miyu me dejó exportar el vídeo con los subtítulos y, si bien es cierto que el VLC no puede reproducir el formato del QuickTime, tanto el QuickTime Player como el RealPlayer pueden reproducirlo sin problemas y una ventaja de exportarlos en este formato es que los subtítulos mantienen el tamaño y la disposición original, es decir, la que en la interfaz del programa aparece. Una gran desventaja es que, por ejemplo, YouTube no soporta este tipo de formatos. Al subir el vídeo a mi cuenta para poder compartir el enlace aquí, el audio desapareció y únicamente se veía el vídeo con los subtítulos. Sé que si tienes el QuickTime Pro puedes hacer determinados ajustes para que, después, YouTube pueda subirlo sin problemas de sincronización pero, desgraciadamente, no dispongo de esas herramientas a día de hoy con lo que, muy a mi pesar, no puedo mostrar el vídeo aquí en el blog. 

No obstante, pregunté a mi ducho amigo Carlos (autor de El Antro del Traductor) sobre programas que unieran .avi con .srt o .ass y me dijo que él utilizaba el VirtualDub que, para variar, no se encuentra disponible para Mac. Si tengo tiempo intentaré descargar el programa en algún ordenador Windows (o utilizarle como recurso informático) y hacer la fusión y así poder compartir con todos vosotros mi humilde trabajo. Hasta entonces, seguiremos con la labor de investigación subtituladora.


¡Eureka! Esta mañana, después de pasar un par de horas con un Windows (relatadas más en profundidad en nuestra actualización de la entrada sobre el Déjà Vu), he pensado seguir los consejos de nuestro querido amigo y ferviente blogero Loscercarlos y, ya que estaba, bajarme el VirtualDubMod y probar a incrustar mis preciosos subtítulos en el precioso vídeo de formato .avi. Después de bajármelo e instalarlo, había que meter filtros y plugins diversos y no quería yo acabar haciendo explotar aquella computadora que, más que nada, no era mía. Por ello, me he visto enfrascada una vez más en la búsqueda de un programa que me permitiera incrustar los subtítulos en el vídeo. Buscando y buscando he acabado encontrando un programa llamado ffmpegX. Si bien es cierto que también requiere algunos plugins adicionales, la página te va explicando pasito a pasito cómo instalar correctamente la versión de prueba (que es con la que he trabajado) y no hay pérdida alguna. Aquí una captura de cómo es la interfaz del programita que, la verdad, no podría ser más simple ni más intuitivo ni podría haber dado mejor resultado:


Se abre el archivo de vídeo y, en la opción de filtros, su sube el archivo de subtítulos. He probado varias veces, tanto con archivos .str como con .ssa y, finalmente, he comprobado que si se quiere mantener el encoding UTF-8 se debe subir un archivo .saa. En la opción de «Pos[ición]», podemos modificar la altura a la que queremos que estén los subtítulos (marcado en azulito en la foto); si marcamos 100, los subtítulos estarán pegados abajo del vídeo y, si vamos descendiendo la cifra, los subtítulos se irán elevando en el vídeo. Una vez que hemos elegido todos los parámetros, entre los que están también el tamaño de la letra e incluso la fuente (para aquellos que tengan cierta debilidad por las tipografías), damos a «Codifique» (que está en francés puesto que los desarrolladores del programita son franceses) y en menos de un minuto un sonidito de horno nos avisa de que el vídeo ya está listo. He tenido que hacer varios intentos hasta que he conseguido que los caracteres se mantuvieran y que los subtítulos no apareciesen en medio de la pantalla pero, al fin y a la postre, aquí tenéis el resultado. A estas alturas sigo sin haber conseguido descifrar el nombre que dice el entrevistador francés (que decidí dejar como XXX) y tampoco he sabido cómo hacer que los primeros subtítulos aparezcan más altos y luego bajen; cuando en el VLC se abre el archivo de subtítulos, siempre ocurre esto ya que abajo aparece el título del vídeo, pero ahora que no aparece no entiendo porqué sigue haciéndolo. En cualquier caso, espero que esta entrada haya servido para mostrar algunos de los programas que existen actualmente para Mac para cuestiones de subtitulado y encrustado, así como formatos y diversos procedimientos que debemos seguir si queremos dedicarnos en nuestros ratos libres (por ahora) a esta rama de la traducción. ¡Saludos subtituladores!

8.4.12

BABELFISH Y OMEGA-T

Hace unas semanas, en clase de Traductología, nuestras compañeras Sofía, Sayuri y Ana hicieron una excelente exposición sobre la historia de la traducción y así mismo de la traductología. Bien, ¿y qué tiene que ver esto con el Babelfish? Pues mucho, aunque así de primeras no lo parezca. Una vez hubieron terminado su presentación, se dio paso a un pequeño debate y una de las preguntas temidas y siempre presentes fue el qué será de la traducción en el futuro y una de las respuestas, obra de nuestro compañero Darío, fue que en unos 50 años la traducción técnica estaría en manos de maquínas y que los traductores pasarían a ser meros revisores de esas traducciones automáticas. Dejando a un lado la polémica sobre si estas herramientas facilitan o más bien dificultan y menosprecian el trabajo del traductor, estoy de acuerdo con esta hipótesis. De hecho, nuestra práctica cono Babefish consistió precisamente en la revisión del producto que los diversos programas de traducción automática nos ofrecían.

Estos traductores automáticos han avanzado a pasos agigantados en los últimos años y si bien hoy por hoy no se pueden considerar más que herramientas de ayuda tal vez, en las próximas décadas, la batalla entre automatización y trabajo humano acabe decantándose por las máquinas. No obstante, hemos de hacer incapié en que estamos, en todo momento, hablando de la traducción especializada pues considero que, por mucho que las técnicas y programas informáticos avancen, Google Translate no podrá traducir jamás el poema de Poe, The Raven, tal y cómo lo hiciera Pessoa en su tiempo; y es que si de algo adolecen las máquinas es de sentimientos y la labor de un traductor no se limita a tomar palabras de una lengua y encontrar sus equivalentes en otra sino que están en juego mil matices que escapan al estrecho «raciocinio» del cerebro de una máquina.

A pesar de todo y si tenemos claros los servicios y resultados que estos programas de traducción automática pueden brindarnos en determinados campos del oficio, considero erróneo no hacer uso de ellos y pensar que suponen un atraso en el proceso traductológico pues si bien no nos sustituyen pienso que, en ocasiones, son un buen aliado del mismo modo que lo son las memorias de traducción. El pasado año, en Traducción e Internet, ya vimos y aprendimos a utilizar, a falta de licencias y recursos, Omega-T, un programa cuya función básica es registrar y almacenar equivalencias entre lenguas. A diferencia de los programas de traducción automática, las memorias de traducción lo que hacen es guardar tus propias traducciones, las equivalencias que tú has propuesto para que cada vez que el término vuelva a aparecer tengas tu opción disponible; este sistema, como es lógico, permite la creación de un glosario, de una memoria que facilitará, a medida que pase el tiempo y los proyectos vayan aumentando en número, enormemente nuestro trabajo, además de unificar nuestro estilo de traducción.

En definitiva, estamos hablando de dos conceptos diferentes y diferenciados: traducción automática o MT por sus siglas en inglés (Babelfish) y de traducción asistida por ordenador o CAT por sus siglas en inglés (Omega-T); es decir, el uso de un software que traduce un texto de una lengua a otra y la traducción que se realiza con ayuda de programas informáticos específicos como, en este caso, los que crean y organizan memorias de traducción. Con estas y los corpus paralelos seguimos trabajando por lo que serán, justamente, los protagonistas de nuestra siguiente entrada.

Próximamente: Déjà Vu...

24.3.12

GESTIÓN DE PROYECTOS

Es ya una realidad que los proyectos a los que habremos de enfrentarnos en un futuro son cada vez más complejos pues incluirán elementos no sólo textuales sino también tareas de formato e incluso elementos multimedia. Por todo ello, siempre es beneficioso para el oficio saber algo más sobre la gestión de los susodichos proyectos, ¿no es cierto? Es importante tener en cuenta el hecho de que cada proyecto es único; los clientes irán variando al igual que las necesidades cambian e, incluso, nosotros mismos, con el paso del tiempo, modificamos nuestra forma de trabajar. Además, existe un elemento condicionante extremadamente significativo: el tiempo. Esta gestión de proyectos se basa en la aplicación de los conocimientos, competencias y técnicas de que disponemos a una planificación correcta para que las condiciones (¡y resultados!) del proyecto en cuestión sean las que se espera  de él (¡y de nosotros!).

Existen variopintos tipos de proyectos dependiendo de varias cosas; no es lo mismo realizar un trabajo para una corporativa que para un colega; por otro lado, necesitamos saber si el proyecto nos va a resultar beneficioso o, por el contrario, nos va a desbordar y no vamos a poder controlarlo en el tiempo que nos dan; por último, se encuentran los posibles (daños) colaterales, como pueden ser un cliente muy quejicoso o tu propia situación personal que siempre afectarán a nuestra labor. Y hablando de labores... Si bien es cierto que nosotros, como traductores, no tendríamos porqué encargarnos de toda la gestión que envuelve a un proyecto puesto que nuestra tarea es, meramente, una parte más (la fundamental) del proyecto global, no está de más conocer la organización del trabajo del que tu trabajo (valga la redundancia) forma parte.

Basicamente, un gestor lo que hace es planificar, controlar, supervisar, resolver y gestionar, como su propio nombre indica, claro está. Lo primero que se hace es analizar el proyecto propuesto y hacer un presupuesto; una vez hecho esto, se planifica a partir de la información recabada teniendo en cuenta esta vez el tiempo de que se dispone. Después vemos cómo se va ejectuando mientras controlamos y supervisamos hasta que el proyecto esté cerrado por completo. Existen una serie de requisitos imprescindibles que debemos tener en nuestro poder para así planificar cualquier proyecto de la mejor manera posible:

1. Los originales, porque no sirve con que te digan que todo es muy sencillo si luego te van a meter javascript y 500 fotos de más.
2. Fechas de entrega, porque no es lo mismo trabajar con una fecha abierta que un límite.
3. Formato en el que quieren el proyecto, porque hay una ligera diferencia entre entregar un Word o una página entera descargada, con html incluido.
4. Objetivo, porque el enfoque de la tarea depende del
5. Audiencia de destino, porque la cosa cambia si tenemos que localizar una web para España que si tenemos que localizarla para Uruguay.
6. Confirmación escrita del encargo, porque en estos mundos modernos de Internet nunca se sabe y es mejor prevenir que curar.

Y volviendo a los tipos de proyectos que mencionábamos antes y para así podernos situarnos mejor y hacernos una idea general de estos proyectos de gestión de los que hemos estado hablando (y que todo deje de ser tan abstratco), estos pueden ser de cuatro clases:

1. Proyecto standard: sólo texto.
2. Proyecto de software: entran en juego ya manuales y folletos de propaganda de marketing con el programa en cuestión con lo que se requeiren conocimientos técnicos algo mayores.
3. Páginas web: combinan tanto texto como un formato condicionado, como pueden ser páginas en html, y se mezcla tanto la información textual con la información multimedia (elementos gráficos, programación interna...).
4. Proyectos de información audiovisual: doblaje, subtitulado, sonido, etc.

Por último, es conveniente mencionar lo que son las métricas. Para que podamos llevar a acabo una gestión rentable y práctica debemos poder medir nuestro tiempo en unos determinados valores que nos permitan saber, más o menos, cómo vamos a andar de tiempo según los recursos (tanto técniso como humanos) que tenemos a nuestra disposición. Vamos a mostrar a continuación métricas que muestran unos valores standard de productividad en diversas tareas dentro de un proyecto de estas características:

1. Traducción. Se considera que una persona, trabajando ocho horas, puede traducir entre 2.500 y 3.000 palabras al día.
2. Corrección. Se estima que una persona, trabajando ocho horas, puede corregir (cotejar original y traducción) entre 5.000 y 7.500 al día.
3. Revisión. Se calcula que una persona, trabajando ocho horas, puede revisar (revisar la lengua meta) entre 10.000 y 20.000 palabras al día.
4. DTP o maquetación. Pueden revisarse 8 páginas a la hora.
5. Ilustraciones. Pueden modificarse 3 o 4 ilustraciones a la hora.

Teniendo en cuenta todos estos datos, factores y condicionantes (y tras haber realizado nosotros mismos una simulación de una gestión de proyecto), podemos asegurar que estamos algo más capacitados para ponernos al frente de una tarea de estas magnitudes (o al menos más que antes). Como ya mencionábamos antes, la gestión de proyectos no es algo que ataña intrínsecamente al traductor pero ayuda a dar una visión general de este tipo de labores y también deja ver cómo la organización y planificación son, en definitiva, fundamentales e imprescindibles para obtener buenos resultados, ya no sólo en traducción sino en cualquier otro oficio. Por último, cabe mencionar que existen dos programas que pueden hacernos la vida bastante más fácil a la hora de planificar y gestionar nuestros proyectos (si no queremos tirar de papel, boli y mucho típex) que son Excel y OpenProj; esto me recuerda a cuando el pasado año, mientras cursaba Traducción e Internet, tuve que buscar el equivalente Macquero de todos los programas que andábamos utilizando para la asignatura y lo frustrante que resultaba no dar con algunos de los software más básicos... En esta onda se mueve este interesante post de nuestra colega traductora Aída, cuyo blog llamado A Study in Translation (¡Sherlock!) es muy recomendable.

Próximamente: Babelfish y Omega-T...

3.3.12

CROWDSOURCING, TRADUCCIÓN COLABORATIVA, TRADUCCIÓN COMUNITARIA Y CT3

¡Tranquilidad! Si dejamos a un lado los tecnicismos y no nos asustamos al ver siglas, números y palabros en inglés juntos, vemos que, al fin y al cabo, el sentido de estas acepciones es bastante deducible. ¿Sabéis todos esos subtítulos que andan pegados a los capítulos de las series que veis o aquellos .srt que uno se baja y que, gracias a nuestro gran amigo VLC, abrimos junto con nuestra película y ya podemos entender una versión original en taiwanés? Esto es fruto de una traducción comunitaria; una serie de personas (usuarios) deciden, por divertimento, traducir ciertas cosas para una web determinada. ¿Problema? En este caso concreto no se da ningún tipo de revisión por parte de un profesional de la traducción, motivo que explica el encontronazo, de vez en cuando, con atrocidades lingüísticas que nada tienen que ver con lo que el personaje acababa de decir hacía un momento (aunque, para ser justos, sí que existen moderadores, como en www.subtítulos.es). No obstante, su labor comunicadora es innegable y, si bien la calidad que encontramos en este tipo de traducciones comunitarias no es en muchas ocasiones la que debería, cumplen su función y, día a día, reclutan más adeptos, tanto voluntarios de la traducción como receptores un tanto conformistas.

No cabe duda de que los libros de Historia del futuro hablarán del siglo XXI como el siglo de las redes sociales. Facebook tiene ya 845 millones de usuarios por todo el mundo y, a pesar de que la lengua franca de nuestro tiempo sea el inglés, la gente sigue prefiriendo que le hablen en su propio idioma, es decir, es necesario traducir las páginas a toda pastilla y por poco dinero. Esto es lo que se conoce como crowdsourcing o traducción colaborativa en la que, al contrario que su prima hermana, sí que participan expertos y profesionales que velan por la calidad del resultado final. ¡Por cierto! CT3 no es más que un término unificador que engloba tanto la comunitaria como la colaborativa o crowdsourcing. Hasta aquí tenemos claros estos nuevos métodos de trabajo, ¿verdad? La cuestión es que la novedad siempre genera polémica y siempre existen defensores y detractores en todos los ámbitos y, especialmente, en el de la traducción, donde ciertos temas son peliagudos y hacen bastante pupa en el gremio. Existen aspectos que están en todo momento presentes: intrusismo, ética del traductor... Se ha abierto la veda y las preguntas y temores pululan por las mentes de todos aquellos que dedican su vida (profesional) a este oficio.

No debiera cundir el pánico pues es complicado saber con certeza si estas nuevas perspectivas de trabajo supondrán una amenaza; ahora bien, sí que se puede establecer una diferenciación notable entre lo que es la traducción comunitaria y lo que es la traducción colaborativa. Si un individuo decide dedicar su tiempo de ocio a traducir los subtítulos de su serie preferida sin ningún tipo de ánimo más allá del mero divertimento, sin recibir compensación económica alguna, no podemos considerar que este usuario esté cometiendo un agravio flagrante contra la traducción (a pesar de que su calidad pueda no ser excelente) pues, de hecho, está cumpliendo con el cometido básico de la traducción: comunicar. Sin embargo, si una empresa valorada en miles de millones decide expandirse (y seguir forrándose) y «utilizar» a sus usuarios como peones de obra sin más recompensa que una palmadita virtual en la espalda, esto ya es otra historia.

En ambos casos encontramos el archiconocido fenómeno del «intrusismo» (que, a día de hoy, sigo viendo difuso y mal argumentado) pero, dejando a los intrusos a un lado, creo que, en lo referente a cuestiones morales, la traducción colaborativa cruza una delgada línea que lleva al lado oscuro, lleno de opulencia y codicia. Amor al arte o amor aparte, tanto los traductores como los receptores debieran ser exigentes con los productos que crean y consumen. Creo que la función de la traducción es compartir y hacer de mediador lingüístico y cultural, de mensajero de las palabras y las ideas para que aquellos que no puedan comprender distintas manifestaciones artísticas (o no tanto) en otra lengua que no sea la suya propia puedan hacerlo. Aquel que pasa horas traduciendo una serie de anime para que todos sus acérrimos seguidores puedan disfrutar de ella a la mañana siguiente, quizá no cuente con la ayuda de un experto pero tampoco busca fama ni dinero: es una perfecta hormiguita. Aquel magnate de las finanzas que desde un despacho planea estrategias de marketing entre las que se encuentra engatusar a los usuarios de su red para que «colaboren» con la causa y reciban así una gran sonrisa y, si acaso, una cuenta premium en un futuro próximo es un perfecto tiburón.

¿Qué es mejor y qué es peor para la traducción? Si pensamos en calidad, el tiburón tiene un ejército marino a su disposición y no dejará que nada se interponga en su camino: empleará los medios que sean necesarios para conseguir mantener su supremacía y que el resultado de «sus esfuerzos» sea óptimo. En cuanto a la hormiguita, trabajará a destajo; sin que nadie se de cuenta, poco a poco y con esfuerzo, empezará a construir su humilde morada y, anónima, se granjeará el beneplácito de sus colegas y una enorme satisfacción personal. Si pensamos en términos éticos, las razones que nos mueven a hacer determinadas cosas son muy diversas pero, más allá de ser honesto con las palabras y los textos, uno debe ser honesto con los que le rodean y no debemos abusar de ese supuesto prestigio y notoriedad para conseguir un producto cuyo «creador» merece, al menos, cierto reconocimiento si, a costa de ello, otros van a sacar (una buena) tajada. ¿Vosotros qué pensáis?

Próximamente: gestión de proyectos...

14.2.12

WELCOME!

1, 2, 3. Probando, probando. Sí, parece que todo está en orden. Después de ajustar las plantillas y fondos, los títulos y subtítulos, podemos dar como inaugurado este blog sobre informática aplicada a la traducción. El propósito de este humilde sitio es llevar a cabo un cuardeno de bitácora; en él, hablaremos de diversos temas relacionados tanto con la informática como con la traducción de una manera (esperemos) amena y desenfadada. Para ello, hemos elegido este formato tan característico en estos tiempos modernos en los que vivimos: el blog. Presumo que alguno de vosotros no había estado en contacto con esta herramienta social hasta el momento pero no temáis: es muy sencillo. En nuestro caso particular, hemos optado por Blogger. Una de las razones fundamentales es que está vinculada a una cuenta de correo electrónico de Google que seguro que, a estas alturas de la película, todos tenéis. Sin embargo, existen otros muy conocidos como WordPress, por si alguien quisiera indagar un poco más antes de zambullirse en este mundo blogero.

Basándonos en el principio de que «Google es nuestro amigo», comenzamos el proceso precisamente haciéndole una visita; escribimos «blogger» y pinchamos. La primera dirección que nos saldrá será esta: www.blogger.com. Bien, una vez hayamos abierto el enlace nos encontraremos con que Google, amablemente, nos pide que introduzcamos nuestro correo electrónico y nuestra contraseña (pepitoperez@gmail.com y pepit0perez5); tecleamos y ya estamos dentro del sistema. Elegimos la opción de Nuevo blog (que se puede ver arriba a la izquierda en un recuadro blanco) y nos aparecerá entonces una nueva ventana para que introduzcamos el título del blog (El blog de Pepito) y su dirección (pepitoblog@blogspot.como) y que elijamos una plantilla. Debéis saber que esta es, seguramente, la fase en la que más tiempo invirtáis, ya que en ocasiones las direcciones ya están cogidas, la plantilla no os convence o no tenéis ni idea de qué título poner... No hay que abrumarse: uno puede poner un título, una dirección y escoger una plantilla provisional y, más tarde, cambiar todo lo que uno guste hasta el infinito y más allá (¡incluso la dirección!).

En unos tres minutos tendríamos un blog recién salido del horno y listo para ser bombardeado con lo que a uno más le apetezca: textos, fotos, vídeos... Si pinchamos en el enlace del blog en la página principal de Blogger, nos llevará a Mis blogs y allí podemos encontrar toda la información referente a nuestro blog: entradas, páginas, comentarios, estadísticas (para ver quién, cuándo y desde dónde leen tu blog), ingresos (para ganar algún dinero con tus publicaciones), diseño, plantilla y configuración. Estas tres últimas opciones son las que te permiten darle forma a tu recoveco internauta. Pudes cambiar la fuente, el color del fondo, poner una fotografía como título, ampliar el ancho de las entradas, cambiar el formato de la hora, los colores de los enlaces... Infinidad de opciones e infinidad de posibilidades a las que uno puede echarle un ojo y ver qué cosas le gustaría modificar y cuáles no; todo esto, eso sí, enfocado a las mera apariencia estética del blog. Una vez hemos conseguido (o casi) el aspecto que más se ajuste a nosotros, ya estamos listos para publicar nuestra primera entrada. 

Pinchamos en el lapicerito del menú, arriba del todo a la izquierda, ponemos un título y dejamos que la imaginación y los dedos corran por el teclado. Una vez hemos escrito, corregido y revisado nuestro texto o hemos colocado en el lugar adecuado nuestra fotografía o hemos añadido la explicación pertinente al vídeo que hemos colgado, estamos dispuestos para publicar y dar vida así a nuestro pequeño, que se encotrará, desde ese instante, codeándose con la farándula bloggera de más alta alcurnia. Esperamos que este breve tutorial ayude a aquellos que anden aún en pañales por estos lares y sirva asimismo para daros la bien venida a nuestro novicio blog informático-traductor.