24.3.12

GESTIÓN DE PROYECTOS

Es ya una realidad que los proyectos a los que habremos de enfrentarnos en un futuro son cada vez más complejos pues incluirán elementos no sólo textuales sino también tareas de formato e incluso elementos multimedia. Por todo ello, siempre es beneficioso para el oficio saber algo más sobre la gestión de los susodichos proyectos, ¿no es cierto? Es importante tener en cuenta el hecho de que cada proyecto es único; los clientes irán variando al igual que las necesidades cambian e, incluso, nosotros mismos, con el paso del tiempo, modificamos nuestra forma de trabajar. Además, existe un elemento condicionante extremadamente significativo: el tiempo. Esta gestión de proyectos se basa en la aplicación de los conocimientos, competencias y técnicas de que disponemos a una planificación correcta para que las condiciones (¡y resultados!) del proyecto en cuestión sean las que se espera  de él (¡y de nosotros!).

Existen variopintos tipos de proyectos dependiendo de varias cosas; no es lo mismo realizar un trabajo para una corporativa que para un colega; por otro lado, necesitamos saber si el proyecto nos va a resultar beneficioso o, por el contrario, nos va a desbordar y no vamos a poder controlarlo en el tiempo que nos dan; por último, se encuentran los posibles (daños) colaterales, como pueden ser un cliente muy quejicoso o tu propia situación personal que siempre afectarán a nuestra labor. Y hablando de labores... Si bien es cierto que nosotros, como traductores, no tendríamos porqué encargarnos de toda la gestión que envuelve a un proyecto puesto que nuestra tarea es, meramente, una parte más (la fundamental) del proyecto global, no está de más conocer la organización del trabajo del que tu trabajo (valga la redundancia) forma parte.

Basicamente, un gestor lo que hace es planificar, controlar, supervisar, resolver y gestionar, como su propio nombre indica, claro está. Lo primero que se hace es analizar el proyecto propuesto y hacer un presupuesto; una vez hecho esto, se planifica a partir de la información recabada teniendo en cuenta esta vez el tiempo de que se dispone. Después vemos cómo se va ejectuando mientras controlamos y supervisamos hasta que el proyecto esté cerrado por completo. Existen una serie de requisitos imprescindibles que debemos tener en nuestro poder para así planificar cualquier proyecto de la mejor manera posible:

1. Los originales, porque no sirve con que te digan que todo es muy sencillo si luego te van a meter javascript y 500 fotos de más.
2. Fechas de entrega, porque no es lo mismo trabajar con una fecha abierta que un límite.
3. Formato en el que quieren el proyecto, porque hay una ligera diferencia entre entregar un Word o una página entera descargada, con html incluido.
4. Objetivo, porque el enfoque de la tarea depende del
5. Audiencia de destino, porque la cosa cambia si tenemos que localizar una web para España que si tenemos que localizarla para Uruguay.
6. Confirmación escrita del encargo, porque en estos mundos modernos de Internet nunca se sabe y es mejor prevenir que curar.

Y volviendo a los tipos de proyectos que mencionábamos antes y para así podernos situarnos mejor y hacernos una idea general de estos proyectos de gestión de los que hemos estado hablando (y que todo deje de ser tan abstratco), estos pueden ser de cuatro clases:

1. Proyecto standard: sólo texto.
2. Proyecto de software: entran en juego ya manuales y folletos de propaganda de marketing con el programa en cuestión con lo que se requeiren conocimientos técnicos algo mayores.
3. Páginas web: combinan tanto texto como un formato condicionado, como pueden ser páginas en html, y se mezcla tanto la información textual con la información multimedia (elementos gráficos, programación interna...).
4. Proyectos de información audiovisual: doblaje, subtitulado, sonido, etc.

Por último, es conveniente mencionar lo que son las métricas. Para que podamos llevar a acabo una gestión rentable y práctica debemos poder medir nuestro tiempo en unos determinados valores que nos permitan saber, más o menos, cómo vamos a andar de tiempo según los recursos (tanto técniso como humanos) que tenemos a nuestra disposición. Vamos a mostrar a continuación métricas que muestran unos valores standard de productividad en diversas tareas dentro de un proyecto de estas características:

1. Traducción. Se considera que una persona, trabajando ocho horas, puede traducir entre 2.500 y 3.000 palabras al día.
2. Corrección. Se estima que una persona, trabajando ocho horas, puede corregir (cotejar original y traducción) entre 5.000 y 7.500 al día.
3. Revisión. Se calcula que una persona, trabajando ocho horas, puede revisar (revisar la lengua meta) entre 10.000 y 20.000 palabras al día.
4. DTP o maquetación. Pueden revisarse 8 páginas a la hora.
5. Ilustraciones. Pueden modificarse 3 o 4 ilustraciones a la hora.

Teniendo en cuenta todos estos datos, factores y condicionantes (y tras haber realizado nosotros mismos una simulación de una gestión de proyecto), podemos asegurar que estamos algo más capacitados para ponernos al frente de una tarea de estas magnitudes (o al menos más que antes). Como ya mencionábamos antes, la gestión de proyectos no es algo que ataña intrínsecamente al traductor pero ayuda a dar una visión general de este tipo de labores y también deja ver cómo la organización y planificación son, en definitiva, fundamentales e imprescindibles para obtener buenos resultados, ya no sólo en traducción sino en cualquier otro oficio. Por último, cabe mencionar que existen dos programas que pueden hacernos la vida bastante más fácil a la hora de planificar y gestionar nuestros proyectos (si no queremos tirar de papel, boli y mucho típex) que son Excel y OpenProj; esto me recuerda a cuando el pasado año, mientras cursaba Traducción e Internet, tuve que buscar el equivalente Macquero de todos los programas que andábamos utilizando para la asignatura y lo frustrante que resultaba no dar con algunos de los software más básicos... En esta onda se mueve este interesante post de nuestra colega traductora Aída, cuyo blog llamado A Study in Translation (¡Sherlock!) es muy recomendable.

Próximamente: Babelfish y Omega-T...

3.3.12

CROWDSOURCING, TRADUCCIÓN COLABORATIVA, TRADUCCIÓN COMUNITARIA Y CT3

¡Tranquilidad! Si dejamos a un lado los tecnicismos y no nos asustamos al ver siglas, números y palabros en inglés juntos, vemos que, al fin y al cabo, el sentido de estas acepciones es bastante deducible. ¿Sabéis todos esos subtítulos que andan pegados a los capítulos de las series que veis o aquellos .srt que uno se baja y que, gracias a nuestro gran amigo VLC, abrimos junto con nuestra película y ya podemos entender una versión original en taiwanés? Esto es fruto de una traducción comunitaria; una serie de personas (usuarios) deciden, por divertimento, traducir ciertas cosas para una web determinada. ¿Problema? En este caso concreto no se da ningún tipo de revisión por parte de un profesional de la traducción, motivo que explica el encontronazo, de vez en cuando, con atrocidades lingüísticas que nada tienen que ver con lo que el personaje acababa de decir hacía un momento (aunque, para ser justos, sí que existen moderadores, como en www.subtítulos.es). No obstante, su labor comunicadora es innegable y, si bien la calidad que encontramos en este tipo de traducciones comunitarias no es en muchas ocasiones la que debería, cumplen su función y, día a día, reclutan más adeptos, tanto voluntarios de la traducción como receptores un tanto conformistas.

No cabe duda de que los libros de Historia del futuro hablarán del siglo XXI como el siglo de las redes sociales. Facebook tiene ya 845 millones de usuarios por todo el mundo y, a pesar de que la lengua franca de nuestro tiempo sea el inglés, la gente sigue prefiriendo que le hablen en su propio idioma, es decir, es necesario traducir las páginas a toda pastilla y por poco dinero. Esto es lo que se conoce como crowdsourcing o traducción colaborativa en la que, al contrario que su prima hermana, sí que participan expertos y profesionales que velan por la calidad del resultado final. ¡Por cierto! CT3 no es más que un término unificador que engloba tanto la comunitaria como la colaborativa o crowdsourcing. Hasta aquí tenemos claros estos nuevos métodos de trabajo, ¿verdad? La cuestión es que la novedad siempre genera polémica y siempre existen defensores y detractores en todos los ámbitos y, especialmente, en el de la traducción, donde ciertos temas son peliagudos y hacen bastante pupa en el gremio. Existen aspectos que están en todo momento presentes: intrusismo, ética del traductor... Se ha abierto la veda y las preguntas y temores pululan por las mentes de todos aquellos que dedican su vida (profesional) a este oficio.

No debiera cundir el pánico pues es complicado saber con certeza si estas nuevas perspectivas de trabajo supondrán una amenaza; ahora bien, sí que se puede establecer una diferenciación notable entre lo que es la traducción comunitaria y lo que es la traducción colaborativa. Si un individuo decide dedicar su tiempo de ocio a traducir los subtítulos de su serie preferida sin ningún tipo de ánimo más allá del mero divertimento, sin recibir compensación económica alguna, no podemos considerar que este usuario esté cometiendo un agravio flagrante contra la traducción (a pesar de que su calidad pueda no ser excelente) pues, de hecho, está cumpliendo con el cometido básico de la traducción: comunicar. Sin embargo, si una empresa valorada en miles de millones decide expandirse (y seguir forrándose) y «utilizar» a sus usuarios como peones de obra sin más recompensa que una palmadita virtual en la espalda, esto ya es otra historia.

En ambos casos encontramos el archiconocido fenómeno del «intrusismo» (que, a día de hoy, sigo viendo difuso y mal argumentado) pero, dejando a los intrusos a un lado, creo que, en lo referente a cuestiones morales, la traducción colaborativa cruza una delgada línea que lleva al lado oscuro, lleno de opulencia y codicia. Amor al arte o amor aparte, tanto los traductores como los receptores debieran ser exigentes con los productos que crean y consumen. Creo que la función de la traducción es compartir y hacer de mediador lingüístico y cultural, de mensajero de las palabras y las ideas para que aquellos que no puedan comprender distintas manifestaciones artísticas (o no tanto) en otra lengua que no sea la suya propia puedan hacerlo. Aquel que pasa horas traduciendo una serie de anime para que todos sus acérrimos seguidores puedan disfrutar de ella a la mañana siguiente, quizá no cuente con la ayuda de un experto pero tampoco busca fama ni dinero: es una perfecta hormiguita. Aquel magnate de las finanzas que desde un despacho planea estrategias de marketing entre las que se encuentra engatusar a los usuarios de su red para que «colaboren» con la causa y reciban así una gran sonrisa y, si acaso, una cuenta premium en un futuro próximo es un perfecto tiburón.

¿Qué es mejor y qué es peor para la traducción? Si pensamos en calidad, el tiburón tiene un ejército marino a su disposición y no dejará que nada se interponga en su camino: empleará los medios que sean necesarios para conseguir mantener su supremacía y que el resultado de «sus esfuerzos» sea óptimo. En cuanto a la hormiguita, trabajará a destajo; sin que nadie se de cuenta, poco a poco y con esfuerzo, empezará a construir su humilde morada y, anónima, se granjeará el beneplácito de sus colegas y una enorme satisfacción personal. Si pensamos en términos éticos, las razones que nos mueven a hacer determinadas cosas son muy diversas pero, más allá de ser honesto con las palabras y los textos, uno debe ser honesto con los que le rodean y no debemos abusar de ese supuesto prestigio y notoriedad para conseguir un producto cuyo «creador» merece, al menos, cierto reconocimiento si, a costa de ello, otros van a sacar (una buena) tajada. ¿Vosotros qué pensáis?

Próximamente: gestión de proyectos...